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Posted by Susana on febrero 15, 2018
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¿Por qué les atrae tanto el riesgo a los adolescentes? Por lograr más popularidad y aceptación de sus pares, un adolescente puede decidir alocadamente y hasta después del hecho analizar (si es que lo logran hacer en algún momento), si lo que hizo estuvo correcto.

Por Moy Contreras

Riesgo y adolescencia van de la mano, la exuberancia cerebral por la que están pasando, en ciertos casos con más del 20% de aumento en su nivel hormonal, sin un lóbulo prefrontal maduro que ayude a administrar los impulsos y deseos, cuerpos desarrollados, cerebros con gran capacidad de aprendizaje, con hambre de vivir cosas nuevas, buscar experiencias novedosas que les den mayor presencia y aceptación de sus amigos y compañeros.

¿Qué es lo que lleva a los adolescentes a tomar decisiones sin medir consecuencias, que los adultos podríamos calificar como «Estúpidas»?

cómo pueden algunos consumir esas drogas sabiendo que pueden dañar permanentemente el cerebro, no estudiar para los exámenes finales, pensando que alguien le ayudará en ese momento, cómo pueden no dormir viendo pornografía, cómo pudo involucrarse con esa persona que sólo lo está dañando, por qué no se puso bloqueador ese día que estuvo todo el día en el sol y ahora sufre las quemaduras, por qué tomó tanto esa noche hasta perder la conciencia, qué le llevó a tener relaciones sexuales con ese desconocido.

Pueden ser muy variadas las razones por la que les guste a los adolescentes correr riesgos: muchos quieren dejar de sentirse vulnerables, débiles y experimentando cosas alocadas, se olvidan de las sensaciones incómodas que los hace sentirse tristes. Utilizan las conductas de riesgo para producir altos niveles de dopamina, lo que les produce altos niveles de placer.

Otra causa puede ser el solo hecho de probar los límites que se le han impuesto, el desafío a las reglas, a la autoridad, a lo establecido, es parte de su ser adolescente, la búsqueda de su propia identidad, más allá de lo que las instituciones, familia, escuela, sociedad, quieren o esperan del adolescente.

Probar de qué soy capaz», mencionan otros adolescentes, ampliar los límites propios, ir más allá de lo que han sido y han hecho, «quiero probar, descubrir nuevas cosas, conocer más amigos, arriesgarme, es más divertida la vida así, no quiero ser un teto», al parecer en estas edades el reconocimiento de los compañeros, puede ser una fuerza importante para determinar en qué nivel de riesgo entrará, si es aceptado en el grupo, el nivel de riesgo disminuye, si no es aceptado, correrá más riesgos para lograr ser parte del grupo.

La mayoría de los adolescentes cometen comportamientos fuera de la seguridad o la «lógica» de los adultos, pero son muy pocos los que terminan en problemas delicados, parece que su cerebro es tan capaz, que puede detectar cuando hay un peligro inminente y logran salir bien librados, pareciera que tienen un gran ángel de la guarda.

Muchos adultos comentan que los adolescentes no miden los riesgos porque no ven consecuencia y se alocan, no todo es así, se sabe que muchos sí visualizan las consecuencias, pero es tal su afán de conseguir lo que quieren, que aceptan las consecuencias como parte del riesgo: problemas de salud, embarazos, regaños, problemas con la ley, sacar malas notas, entre otras. Estos comportamientos generan un alto nivel de estrés y ansiedad, por lo que entran en un círculo vicioso, el estrés genera cortisol, una hormona que hace que uno se sienta mal, con dolores, se sienten incómodos, con alteraciones en el carácter y para no sentirse mal, hacen cosas que generen alto nivel de dopamina y para sentirse mejor, entran a las conductas de riesgo, haciéndose fácilmente adictos a los altos niveles de dopamina o a lo que la genera, bebidas embriagantes, drogas, sexo sin protección, y todo tipo de actividades que les generen placer a corto plazo.

 

El que los adolescentes busquen conductas de riesgo es una navaja de dos filos, una, el peligro al que se ven expuestos, como ya lo comentamos, pero el otro filo de la navaja es que esta tendencia a buscar lo desconocido, ir más allá de los límites, romper estructuras, probarse hasta dónde pueden llegar, salir de lo cotidiano, luchar sin parar (pareciera que sin pensar) por una supuesta terquedad, hace que vayan conformando su identidad y van ampliando más sus capacidades y talentos. Puede ser más desventajoso que no se involucren en actividades riesgosas que el que no lo hagan.

A largo plazo, los adolescentes que participaron en mayor número de actividades riesgosas, tienen mayor posibilidad de adaptarse a diferentes situaciones que les va demandando la vida, se podría decir que desarrollan mejor inteligencia emocional y social, los niños y adolescentes sobreprotegidos, tienen mayores problemas de adaptación y llegan a conseguir menores proyectos y metas que los que en la adolescencia fueron más activos.

Hay que diferenciar lo que son las conductas de riesgo, con los comportamientos de riesgo, las dos vienen de los mismos impulsos naturales de la edad, la búsqueda de mayor noradrenalina y dopamina que los haga sentirse más estimulados, divertidos, fuertes, aceptados, pero las conductas de riesgo se han estereotipado con lo negativo, las drogas, la delincuencia, el alcohol y todo lo que daña al cuerpo y al cerebro a corto y largo plazo, sin duda hay que estar atento a que puedan salir bien librados de todas estas invitaciones que tiene la sociedad para que los adolescentes se diviertan.

 

Para algunos adultos, el mejor negocio es hacer que los adolescentes sean adictos, por sus características, pueden ser grandes consumidores de placer. ¿De quién hay que cuidarse más, de un adolescente que busca diversión, o de algunos adultos que quieren hacer fortuna fácil acercándoles estímulos de alto riesgo a los adolescentes?

El reto de los sistemas educativos modernos, familiares y escolares, es, agregar más actividades de riesgo y distanciarlos de las conductas de riesgo, en todas las etapas de la adolescencia: involucrarlos en actividades con alto contenido social, sacarlos de los salones y hacer investigaciones en situaciones reales, viajar a conocer otras culturas, trabajar el campo, hacer servicio social, participar en proyectos ecológicos y del cuidado del medio ambiente con problemas reales, participar en representaciones teatrales y musicales, tener contacto cotidiano con la naturaleza, escalando, buceando o sólo caminando y tomando fotos, entre otras muchas actividades. Las escuelas y familias que lo hacen, tienen mejores resultados en el desarrollo de competencias de los alumnos, mejores líderes, alumnos más adaptables, mejor manejo del estrés, más sociales, con mejor autoestima, capaces de resolver problemas, creativos y sensibles a las realidades sociales en los que están inmersos.

Si se logra tener más experiencias que contengan comportamientos con riesgo, el adolescente tendrá mejores medios o elementos para poder inhibir las conductas de riesgo que lo pueden meter en problemas que marcarán su vida.

Por Moy Contreras

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