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Posted by Susana on junio 20, 2018
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Desafortunadamente, la depresión es una enfermedad que cada vez está más presente en nuestra sociedad, y que por diversos factores, no respeta ni edad ni sexo.

Tanta información, tantos estímulos tanta inseguridad en la que estamos viviendo, la falta de actividades al aire libre que permitan al cuerpo sintetizar a través de la piel, los rayos de sol para formar la vitamina D, que es la vitamina del buen humor, la mala alimentación, el exceso de comida chatarra y alimentos rápidos, son algunos de estos factores que predisponen a los pequeños de la casa a padecer esta enfermedad.

Lo importante, es detectarla a tiempo, ya que se requiere un tratamiento, multidisciplinario en muchos de los casos, para sacar al menor lo antes posible de este estado y evitar que se vuelva crónico, impidiéndole un desarrollo pleno de sus capacidades y una vivencia feliz de su infancia.

¿Cómo detectar la depresión?

Es común que se experimenten episodios de esta enfermedad después de un trauma, una enfermedad o la pérdida de un ser querido. También puede estar relacionada de manera fisiológica con trastornos hormonales, nutricionales o al mal funcionamiento de la glándula tiroides, por lo que es necesario recurrir en primer instancia, con el médico pediatra del menor, para una revisión de la función hormonal o tiroidea, y posteriormente, con un nutriólogo si se sospecha de desbalances nutricionales o un psicólogo, si es un evento en la vida del menor lo que está provocando este desequilibrio emocional.

La depresión tiene manifestaciones que es necesario observar, ya que a veces las pasamos por alto, pero son importantes porque son las primeras señales que nos están hablando de un cambio de humor hacia el pesimismo, que pueden venir acompañadas de ansiedad, sobre todo por la noche. Estos cambios requieren de mayor atención cuando tienen una prevelancia mayor a dos meses. Por lo general, estas manifestaciones incluyen: no encontrar sentido a nada de lo que hace; no sentirse feliz o satisfecho, sin importar cuántas cosas buenas tenga a su alrededor; presentar irritación ante la menor cosa, un constante mal humor y el deseo de apartarse de la vida social.

Un rasgo muy característico de la depresión es la apatía, es decir, el perder interés o la emoción por las cosas o las situaciones que antes le causaban estos sentimientos.

Otros síntomas que resulten un poco más confusos, pero que unidos con los presentados en el párrafo anterior, nos pueden dar un cuadro más claro de la depresión, son: mucho o poco apetito, con aumento o pérdida de peso; insomnio o dormir en exceso, debilidad; tristeza; dificultad para concentrarse y desafortunadamente, deseos de morir.

Es necesario dar con la causa de la presión, para tratarla de manera oportuna. En este caso, la nutrición considero tiene un papel fundamental en el tratamiento integral de este padecimiento, ya que si recordemos que nuestro cerebro, además de ser nuestro centro de operaciones, es el lugar donde se interpretan las emociones, podemos imaginarnos que un cerebro bien nutrido, podrá tener un funcionamiento óptimo.

Existen ciertos nutrientes esenciales que cualquier pequeño debe tener dentro de su alimentación, tanto para que las estructuras de su cerebro se formen y regeneren de manera correcta, como para tener aquellos agentes que le permitan funcionar en una manera eficiente, evitando irritabilidad y debilidad, pero de igual manera, evitando agotamiento cerebral.

Primeramente, requiere de buenas fuentes de proteína, como son el huevo, el pescado, el pollo, inclusive la carne roja con moderación. Hay que recordar que tanto los neurotransmisores, como las hormonas y enzimas se construyen de proteína, por lo que necesitamos ingerirla en la cantidad adecuada y con excelente calidad, para asegurar la buena formación de estas estructuras corporales. Lo mejor que puede desayunar un menor todos los días es un huevo, y si se le agrega verdura, ¡mucho mejor!. No nos olvidemos de un vaso de leche, que contenga fruta natural. Tanto los vegetales como las frutas contienen fitonutrientes que ayudan a la correcta  función de la tiroides, además de que son ricas en vitamina C, una vitamina que es indispensable para la vitalidad del cuerpo. Es necesario que cualquier niño consuma por lo menos, 2 raciones de fruta y 3 raciones de vegetal al día.

Pero un infante que presente un cuadro depresivo definitivamente debe aumentar el consumo de estos alimentos, siempre en su forma natural.

Existe un suplemento que es maravilloso para la función cerebral, y que viene en presentación desamargada, ideal para agregarse a los licuados. Estoy hablando de la levadura de cerveza que representa una fuente muy rica y muy asimilable de vitaminas del complejo B, que en su mayoría son importantísimas para el correcto funcionamiento del cerebro, asegurando que no le falte energía, pero evitando la hiperactividad.

Otros dos minerales que debemos vigilar que no falten en la nutrición de un menor son el calcio y el magnesio, ya que ambos tienen que ver con la conducción eléctrica del cerebro. Por lo tanto, un vaso de leche, una cantidad adecuada de quesos magros como panela, requesón o queso cottage, una taza de verdadero yogurt (no del comercial), vegetales de hoja verde oscuro o nueces, almendras, cacahuates o frutos secos, no deben de faltar en su dieta diaria.

Recuerda que en todas las edades, un cuerpo bien alimentado, tendrá mayor posibilidades de recobrar la salud más rápido.

Por: Lic. Cristina De Obeso Orendain

contacto@cristinaorendain.com

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